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I.- INSTITUCIÓN DE LA FIESTA
La festividad del Corpus Christi fue instituida por
el Papa Urbano IV en el siglo XIII, época en que se elevaron en Europa
las catedrales góticas. cuando los reyes Luis IX de Francia y Fernando
III de Castilla santificaron con sus virtudes el trono; cuando Santo
Domingo y San Francisco renovaron el espíritu monacal y dieron paso al
amor de Cristo en la naturaleza; cuando santo Tomás escribió su Summa
Teológica; cuando el cristianismo llega a su más exaltada apoteosis
sobre la sociedad temporal. Fue también entonces cuando irrumpió de
lleno en la comunidad cristiana de Europa el culto público a la
Eucaristía, con la institución de la fiesta del Corpus, concretamente,
el 11 de Agosto del año 1264 como una de las principales de la Iglesia,
por bula del Pontífice citado, Urbano IV. Bula que tardaría en entrar
en vigor por la súbita muerte de este Papa.
Su primera institución tuvo lugar en Lieja, en 1246, y se debió a las
revelaciones de la beata Juliana de Mont-Conillón. A esto se añadió
el milagro de Bolsona, de 1263, por lo cual Urbano IV la expendió a
toda la Iglesia. Más tarde fue confirmada en el Concilio de Viena
(1311-1312) por Clemente V, ordenando su celebración, que fue fijada en
el jueves siguiente al domingo de la Santísima Trinidad. Juan XXII, que
gobernó la Iglesia de 1316 a 1334, añadió la procesión Eucarística,
para que la Hostia consagrada se paseara por las calles, para que el
pueblo pudiera contemplarla y adorarla. Los españoles se adhirieron
rápidamente a la voluntad procesional del papa Juan XXII, al que se
habían adelantado en mucho tiempo, pues antes de la Contrarreforma ya
corría por España esta devoción. La primera procesión del Corpus que
se celebra en España tiene lugar en Barcelona el año 1322 y existen
datos de que en Vich la hubo en 1330. En Lérida, antes de 1340. En
Valencia en 1355 y en 1375 la Hostia consagrada recorría las calle de
Palma de Mallorca. Así, por todo el territorio nacional se fue
extendiendo con bastante rapidez la devoción a la Eucaristía con estas
manifestaciones populares de fe, que tanto arraigó en el corazón
español, hasta convertirlas en uno de sus cultos más fervorosos. Para
enaltecer estos festejos populares de la religión católica, que ya
tenían lugar en casi todos los pueblos de España, se observan
movimientos que revisten el máximo boato y esplendor, incluso uniendo a
los actos litúrgicos otros de cierto matiz profano para que la alegría
y contento de las gentes no fuera solo religioso. Así, tienen lugar
danzas, bailes, mimos y mojigangas, que alcanzarían su plena madurez en
representaciones y autos sacramentales, tan íntimamente ligados a la
procesión del Corpus. La danza, como manifestación religiosa, entra
rápidamente en el acompañamiento procesional del Corpus que, al correr
del tiempo, había de degenerar, o al menos perder su inicial sentido
religioso, dando lugar a la promulgación de un Real Decreto en 1691 que
las suprime. Algunas de aquellas danzas tradicionales han vuelto a hacer
compañía al Santísimo Sacramento, como en Redondela (Pontevedra),
Oñate (Guipúzcoa) y con algunos pueblos de Lérida. Otra danza
medieval se conserva en la ciudad de Pollensa, de Mallorca, como
testimonio de estas manifestaciones populares. Y también podemos citar
el vistoso baile de los Séises de la catedral de Sevilla, que
acompañan la procesión Eucarística del Corpus, cuyo simbolismo excede
en el movimiento cercano a lo teatral; manifestación de un espíritu,
devotamente alegre, con el corazón musical. Es un acto simbólico de
adoración al Santísimo Sacramento. La procesión del Corpus en Laguna
de Negrillos, -a cuarenta y cuatro kilómetros de León-, es una mezcla
originalísima de solemnidad religiosa que, en muchos aspectos, puede
considerarse como una supervivencia de las antiguas representaciones
dramáticas en línea con los autos sacramentales que dieron origen al
teatro español. Personajes destacados de esta pantomima de Laguna de
Negrillos, son : San Sebastián, San Juan Bautista, los Apóstoles y el
Diablo, simbólicamente representados, a los que acompañan un
determinado número de danzantes. Estos intervienen, interpretado una
danza antiquísima de simbolismo sagrado que es, sin duda, lo m s
vistoso de todo el cortejo. Podríamos citar otras representaciones
plásticas que se mezclan con ceremonias litúrgicas, entre las que
destacaríamos el gran Misterio de Elche, mundialmente conocido, en el
que se representa la muerte y asunción de la Virgen y que, por
privilegio de Roma, se celebra a perpetuidad, en el gran templo de Santa
María, de aquella bella ciudad alicantina. La Adoración de los Reyes
Magos, de Cañada; Moros y Cristianos, de Alcoy y Villena, también de
la misma provincia de Alicante; Pasiones de Cataluña y, también, la
tradicional danza en honor del Sto. Cristo de la Viga, de nuestro vecino
pueblo de Villacañas, con muchas otras. Pero esto sería salirnos del
tema, concretamente el eucarístico, que es el nuestro. Como vemos,
existen muchos puntos de referencia con los que poder justificar la
presencia de nuestros Danzantes y Pecados en la Procesión Eucarística
del Corpus de Camuñas; pueblo que primorosamente cuida sus tradiciones
con la representación de un drama, repleto y cargado de contenido, cuyo
simbolismo y significado tratamos de explicar.
II.- ORIGEN
Y ADAPTACION DE LA DANZA
No podemos afirmar de una forma categórica y precisa
la fecha en que apareció la fiesta de Pecados y Danzantes en Camuñas,
al no haber encontrado testimonio literal alguno de su creación.
Circunstancia propia y natural, si tenemos en cuenta las vicisitudes por
las que tuvo que atravesar la ciudad de Consuegra, de quien Camuñas
dependía. Dicha ciudad de Consuegra, depositaria de tantos testimonios
históricos como custodiaban sus archivos, expoliados y saqueados por
invasiones diversas, deteriorados y aun destruidos por incendios,
inundaciones y mil tragedias que en ellos se cebaron desde la
Reconquista, en que su legendario castillo, baluarte de gran prestigio y
que tanto codiciaban los invasores, guardaba tras sus murallas extensa
documentación de valor incalculable, hasta la última tragedia,
acaecida el 11 de Septiembre de 1891, en que las aguas del Amarguillo
arrastraron bajo el fango, junto con las personas que constituían los
habitantes de un barrio entero de la ciudad, legajos y restos del
archivo antiguo depositados en la iglesia de San Juan, procedentes del
castillo tras su expoliación, al mismo tiempo que documentos modernos
se perdieron para siempre. Es por tanto imposible acreditar y justificar
documentalmente la aparición de esta representación
histórico-religiosa. Pero tenemos el testimonio más fiel e infalible:
el de la propia existencia, que permanece y convive con nosotros. De
ello nos enorgullecemos y honramos. Por las características externas de
la representación y por sus costumbres internas, pensamos que estas
danzas son de creación sanjuanista, dado que sus signos y emblemas
persisten aun en los ropajes y atuendo utilizado, precisamente, como
distintivo jerárquico, dentro del fuero interno de sus componentes. Por
lo que su creación debió ocurrir a mediados del siglo XV, coincidiendo
con la aparición de los primeros autos sacramentales en Toledo. Motivo
por el cual, el entusiasmo y efervescencia en torno a la festividad del
Corpus se acrecentaba entre el pueblo cristiano. Tampoco podemos
precisar, por carecer de datos en que apoyamos, porqué‚ fue elegido
este pueblo de Camuñas, lugar insignificante entonces (sin fuero, ni
jurisdicción alguna, dependiente exclusivamente de la villa de
Consuegra, de la que se independizaría un siglo más tarde,
concretamente el 5 de Abril de 1557, para crear y componer una pieza
escénica tan representativa, tan admirable y tan significativa como la
que nos ocupa. Así fue creada, y así se mantiene, en forma de auto
sacramental, con la finalidad de instruir y enseñar al pueblo católico
de una manera plástica y simbólica, las verdades de nuestra religión,
de la misma manera que se hacía con los autos sacramentales, cuyos
personajes solían ser espíritus, objetos o cosas encarnados en
personas reales, para mejor comprensión de los espectadores.
Quizá sea oportuno hacer la observación, aunque quizá
innecesaria para muchos, de que los autos sacramentales eran piezas
escénicas relativamente cortas, con que se enseñaba al pueblo en la
Edad Media, utilizando como medio de expresión la palabra, la mímica,
la danza y la música. Los principales autores de autos sacramentales
fueron, como se sabe, Valdivielso, Lope de Vega y Calderón de la Barca.
Nuestro Auto Sacramental, como consecuencia de la combinación y
adaptación de unas danzas rítmicas sobre las que se basa, no tiene
parlamento, careciendo en absoluto de diálogo; siendo los movimientos y
gestos de los actores el único medio que se utiliza para expresar su
enorme contenido doctrinal. Magnífico acierto el de aquellos hombres,
responsables de la educación y de la cultura, que en aquella sociedad
tuvieron al idear la creación y conjunción de estos bailes y
movimientos originalísimos, cuyo resultado no pudo ser más provechoso
y útil para conseguir la finalidad que se propusieron: enseñar al
pueblo, por medio de signos y a través de los sentidos, los peligros a
que el hombre está sometido desde su insolente desobediencia, en
el Paraíso Terrenal, contra su Dios y Creador. Vive el hombre desde
entonces entre dos fuerzas infinitamente superiores a él, cuyos poderes
luchan de continuo por arrebatarle su voluntad, al que Dios su Creador
dejó a su libre albedrío, sin que estas dos fuerzas consigan
destruirse entre sí, por lo que el hombre estará siempre a su
merced y bajo la amenaza constante del espíritu maligno. Esto es,
realmente, lo que significa la representación del auto sacramental que,
en honor del Santísimo Sacramento, interpreta cada año la cofradía de
Danzantes y Pecados, dando como resultado final EL TRIUNFO DE LA GRACIA
SOBRE EL PECADO. Denominación propia de la representación. Para
comprender mejor el contenido de esta representación es preciso
concentrarse, mirando cada cual a su interior con los ojos del alma,
porque dentro de ella es donde tiene lugar lo real y auténtico del
drama que tenemos a la vista, con la lucha que libran sus tres enemigos
: Mundo, Demonio y Carne, más los siete pecados capitales, en el grupo
de Pecados contra la Gracia; y, las siete Virtudes, con las almas buenas
redimidas en el grupo de Danzantes. Imaginad vuestro estado, cuando la
tentación os asalta y os pone en trance de pecar, y comprenderéis la
actuación de los Pecados en su carrera desenfrenada, orgullosa y
persuasiva, a la vez que constante y reiterada, a pesar de su derrota.
!Que consecuencia más provechosa podemos sacar de este acontecimiento Y
que hermosa lección se nos da, con el grupo de Danzantes, en el acto de
tejer el cordón, cuando la Gracia, con el auxilio de las Virtudes, se
encarna en cada una de las almas que la siguen! No importa que después
venga el ataque del mal, por medio de la tentación. El alma está
preparada. Sencillamente, está en gracia y en condiciones de
rechazar cualquier intento de persuasión que se le insinúe, como
sucede al final de la carrera de los Pecados. Magnífica la adaptación
de estas danzas para algo tan positivo. Verdaderamente, nada más
acertado pudo hacerse para aprovechar y conservar esta tradición
popular, cuyas raíces están en lo más hondo del corazón de Camuñas.
III.-
COFRADÍA: FINALIDAD, MEDIOS, INGRESOS Y CONDICIONES
La Cofradía del Santísimo Sacramento de Camuñas
está constituida, por tradición antiquísima, por feligreses varones
de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción los que, mediante
solicitud, han sido admitidos sin otra condición previa que la de ser
bautizados y confirmados, fieles a nuestra religión católica y gozar
de buena fama en la sociedad. Está regida por una Junta
Directiva, compuesta por el señor Cura párroco, titular de la misma
parroquia de Nuestra Señora de la Asunción; por un Presidente, un
Secretario, un Tesorero y varios Vocales, elegidos por votación en
Junta General, entre los cofrades de los dos grupos en que está
dividida, por razones de la representación del auto sacramental que
tiene a su cargo. Esta Junta Directiva se renueva, en virtud de sus
estatutos, cada cuatro años, por mitad de sus componentes, pudiendo ser
candidatos todos los cofrades mayores de edad, sin distinción.
Finalidad. El fin principal de esta cofradía es fomentar el culto al
Santísimo Sacramento mediante la procesión mensual, llamada de
Minerva; la que tiene lugar cada tercer domingo del mes, por el interior
del templo parroquial. Este acto consiste en la reproducción de la
procesión Eucarística del Corpus y, de modo especial, en la festividad
del Corpus Christi, en donde tiene lugar la representación de un auto
sacramental, originalísimo por su vistosidad, policromía y colorido y
sobre todo, por su gran simbolismo. Como insignias para los actos
religiosos, tiene la Cofradía, un estandarte, en el que campea una gran
custodia -emblema de la fiesta-, bordada en oro sobre fondo blanco. Y la
imagen portátil de Jesús Crucificado, con orla de flores. Estas
insignias se guardan cada una de ellas en el domicilio social de cada
uno de los grupos de la cofradía, en plan alternativo. Es decir, que el
grupo que tiene el estandarte, al año siguiente le corresponder
el Crucifijo. Y, por el contrario, el que tuvo el Crucifijo lo
cambiará por el estandarte. Ambas insignias son portadas por un
cofrade del grupo correspondiente, debidamente designado para ello. Y al
final de cada acto, queda la insignia en el domicilio del grupo a
que corresponda. A estos cultos tienen los cofrades la obligación de
asistir personalmente y, muy en particular, a los distintos actos que se
celebren con motivo de las fiestas Eucarísticas del Corpus.
Medios económicos. Los medios económicos con que la
Cofradía cuenta, para hacer frente a los gastos del culto y de la
representación del Auto Sacramental, son los que producen las módicas
cuotas de los cofrades, y la de algún donativo ocasional. No tiene, por
tanto, consignación oficial de ninguna clase, a pesar de haber merecido
estas celebraciones ser catalogadas entre las de "Interés
Turístico", en cuyo calendario figuran.
Ingreso. Para pertenecer a esta Cofradía que, como se
dijo, está dividida en dos grupos, por exigencia de la
representación del Auto, bastará con solicitarlo de la Junta Directa,
expresando como primera condición en qué grupo desea ser incluido.
Vista la solicitud del aspirante y estudiada por la Directiva, pasa al
grupo de preferencia del aspirante, cuyos jefes, previo examen de la
misma e informados de las condiciones del interesado, la aprueban o
rechazan, según los casos. Los aspirantes que hayan merecido la
aprobación de su ingreso, pasan a formar parte de la Cofradía en
calidad de novicios, en cuya condición tienen que permanecer durante
dos años, como mínimo; pudiendo ser prorrogado este plazo, en caso de
no haber otros aspirantes, y esto debido a ciertas actividades, que
tienen que ejercer y practicar en la intimidad de la Cofradía, sobre
todo en los días de convivencia colectiva y de hermandad, los que
suelen ser los dedicados a la celebración de las fiestas principales.
Las costumbres que había para los novicios de aportar el día del
Corpus, -en que cada grupo por separado vive en comunidad- cierta
cantidad de especie, como por ejemplo: aguardiente, el primer año, y un
cordero, en el segundo, fueron abolidas. En la actualidad, solo tienen
como obligación la de costearse el vestido para la representación del
Auto Sacramental.
Condiciones generales. Son condiciones generales para
todos los cofrades cumplir con las normas tradicionales de la Cofradía
y las peculiares de cada grupo respectivo, en donde cada uno de ellos
está encuadrado. Los grupos están regidos por los tres cofrades más
antiguos, y no por los de más edad, indistintamente uno de otro. Los
que constituidos en autoridad, por esta condición reciben el nombre de
jefes, a los que todos los pertenecientes a su grupo deben obediencia y
respeto. Además de asistir a los cultos de la Cofradía tienen el deber
de hacer el Cumplimiento Pascual, cuyo requisito es primordial e
indispensable para tomar parte activa en los actos del día del Corpus,
pudiendo ser la falta de cumplimiento de este precepto causa de
expulsión de la Cofradía, así como cualquier otra circunstancia
personal que motive escándalo público o difamación que afecte a la
reputación, fama y buenas costumbres de la Cofradía. Estos preceptos
han quedado en los últimos años muy atenuados y, sin prescindir de
ellos, quedan a la voluntad y conciencia del individuo.
IV. - DESCRIPCIÓN DE LOS GRUPOS ACTORES
Jerarquías: Personajes que encarnan en la Representación e
indumentaria
GRUPO DE DANZANTES
Con el nombre genérico de Danzantes se conoce al
grupo de actores que encarnan los personajes del Bien, siendo éstos :
la Gracia, las Virtudes teologales y las cardinales, más un número
indeterminado de participantes que dan vida a las almas, las que
habiendo oído la llamada de la Gracia, la siguen, siendo redimidas por
ésta del pecado.
Utilizan en su actuación los instrumentos rítmicos de: tambor, porra,
sonajas y castañuelas, con un ritmo constante y monótono, marcado
principalmente por el Tambor y acentuado por la Porra (Instrumentos a
cargo de las virtudes Templanza y Fortaleza, respectivamente). Las
castañuelas son usadas únicamente por la Gracia. El resto de los
Danzantes, a excepción de la Caridad, usan sonajas de doble fila,
semejantes a una pandereta grande, sin piel y con empuñadura, las
cuales hacen sonar mediante un impulso de la muñeca, sincronizando
perfectamente su ritmo con el del tambor y el de la porra, a la vez que
con el movimiento de sus pies, al efectuar la danza ritual. Constituyen
las jerarquías o autoridades de este grupo, los tres cofrades más
antiguos, orden que es observado rigurosamente; llevando aneja en la
representación del Auto la encarnación del personaje que est
asignado a su cargo, sin posibilidad de sustitución si toma parte en
ella. En caso contrario, si por cualquier circunstancia no pudiera
actuar cualquiera de ellos, sería suplido accidentalmente por su
inmediato inferior. Exceptuándose de esta regla los cofrades que
encarnan la Gracia, la Fortaleza y la Templanza, que por requerir estos
personajes cierta destreza y habilidad de las personas que han de darles
vida, son por tanto designados a este efecto aquellos individuos que
reúnan las aptitudes más idóneas para su mejor interpretación. Estos
tres jerarcas son conocidos en el grupo, comúnmente como jefes y,
particularmente, con los nombres por orden jerárquico de: Capitán,
Alcalde y Judío Mayor, los cuales tienen a su cargo la representación
e interpretación de: La Caridad, La Esperanza y la Fe, respectivamente,
cuyos cargos han de ejercer de por vida, mientras no haya causa mayor
que lo impida. Los tres tienen jurisdicción dentro del grupo con
independencia de la Directiva de la Cofradía, a la que pueden
pertenecer o no, observando en todo caso los Estatutos Generales de la
misma.
La Gracia (Madama)
La Gracia, es el personaje más importante ya que en torno a ella
discurre todo el drama, desarrollado por los dos grupos de actores que
en él toman parte. No tiene jurisdicción alguna en el grupo -en cuanto
a papel en la representación- por lo que se puede ser designado para
él cualquier cofrade que sepa desempeñar debidamente su cometido, ya
que su danza es distinta a la de los demás Danzantes y ha de tener
mucha destreza en sus movimientos, ejecutándolos con soltura, belleza y
agilidad. Se le da el nombre de Madama a este personaje porque va
vestido de mujer, y en ello entendemos que, siendo una mujer la única
persona que mereció la distinción, entre todo el género humano: la de
ser preservada del pecado, al ser concebida en plenitud de GRACIA; nadie
con más propiedad que la mujer podía dar vida y encarnar este
importantísimo papel, pero al no estar permitido por la tradición el
acceso de mujeres en estas manifestaciones, ni en otras simplemente
sociales, desde la antigüedad, de ahí la necesidad de ser un hombre el
encargado de representar este principal personaje, a semejanza de como
ocurre en el famoso y mundialmente conocido Misterio de Elche, en que la
Virgen está representada por un varón, con la salvedad de que, al ser
un drama lírico, la voz de la Virgen, necesariamente, tiene que ser de
tiple, es designado para este efecto un niño, sin que por ningún
concepto pueda ser reemplazado por un hombre, por su timbre de voz. El
vestido de la Madama es como sigue: calza zapatillas y medias de color
blanco; falda de lana color marrón claro, con vuelo y miriñaque;
chambra blanca, con discretos colores estampados y sobre los hombros,
cubriéndole la espalda, toca también blanca, adornada con una cinta de
seda que le cruza el pecho. Circundando la cabeza lleva un tira de
lienzo blanco, llamada garvineta (derivado de garvín, prenda que usaron
las mujeres como aderezo) y sobre ésta la careta, antifaz común para
todos los actores, aunque no igual. De la careta pende un pañuelo de
seda de cualquier color cubriéndole la espalda por encima de la toca
hasta la cintura que, al ir cosido a la parte posterior de la careta,
forma con ésta una misma pieza. Se distingue la careta de la Madama de
las demás del grupo en que es achatada, más en consonancia con el
rostro femenino, mientras que las otras llevan la nariz muy pronunciada.
Las castañuelas son el instrumento de que se vale para amenizar su
danza, sujetándolas a sus dedos por medio de cordones de seda con
madroños, cuyo sonido, casi imperceptible por su pequeño tamaño,
hermosea y da belleza a su peculiar actuación.
La Caridad. (Capitán)
Como se dijo anteriormente, el Capitán es el primer jefe del grupo de
Danzantes, teniendo a su cargo en la representación la encarnación de
la Caridad, cuya interpretación ha de ejercer siempre, mientras defecto
físico u otra causa mayor no se lo impida, pues al llegar a esta
categoría de Capitán no hay posibilidad de eludir esta obligación. No
es habitual, ni corriente que el que llega a ocupar este puesto, cause
baja por propia voluntad. Dándose el caso de que, impedidos para
ejercer por su ancianidad, continúan ligados al grupo mientras viven.
La indumentaria de este personaje es la siguiente: al pie, lleva
zapatillas negras y medias del mismo color; pantalón corto, muy
ceñido, también negro, que une a las medias por debajo de las
rodillas, con ligas de colores. Faja de color rojo, de seda y chaqueta
oscura corriente. Sobre los hombros, valona blanca almidonada, con
encajes y bordados, prendida a las solapas de la chaqueta con sendos
alfileres afiligranados o con broche de bisutería, que a la vez sujetan
una cinta de seda de cualquier color, en forma de beca, que lleva sobre
el pecho, cuyos extremos suelen llevar bordados con alegorías
eucarísticas. Sobre la cabeza, Garvineta y Careta con pañuelo de seda
que le cubre la espalda, de igual forma que se dijo al explicar el
vestido de la Madama. La cinta sobre el pecho, la valona y la Careta con
el pañuelo, son prendas comunes para todos los Danzantes. Como atributo
de autoridad -suprema en el grupo- porta en su mano derecha una vara
como de metro y medio que termina en una pieza metálica en forma de
pequeña pica, sobresaliendo de las cintas de colores y escarapelas de
seda de que va adornada. Esta vara le sirve en la actuación de
instrumento con que marca el ritmo de su danza, al enarbolarla mediante
un tenue movimiento de su antebrazo.
La Esperanza. (El Alcalde)
Con el nombre de Alcalde se conoce al segundo jefe de los Danzantes, el
cual tiene a su cargo la interpretación del papel de la Esperanza en la
representación del auto sacramental, sin que pueda ser sustituido por
otro danzante, a menos que físicamente quede impedido para ello; o por
otra causa mayor, como puede ser la grave enfermedad de un familiar o
fallecimiento; en cuyo caso será reemplazado accidentalmente por su
inmediato inferior en el escalafón. Se viste de idéntica manera que el
Capitán, a diferencia de las medias y zapatillas, que son de color
blanco. La faja también es diferente en cuanto al color, que es azul.
En su mano derecha porta sonajas, con las que se acompaña en los
movimientos de su danza, y en la izquierda, como atributo de su
autoridad, lleva una vara, desnuda totalmente, algo más larga que la
del Capitán.
La Fe. (El Judío Mayor)
Este cofrade ocupa el tercer puesto en el orden jerárquico de su grupo
y tiene a su cargo, por razón de su autoridad, la encarnación de la Fe
en la representación. Calza zapatillas y calcetín de color blanco;
pantalón del mismo color, largo y recto, adornado en su parte baja con
cintas y galoncillos de colores, formando rombos y terminando sus bocas
en encaje almidonado; chaqueta corriente y sobre ésta, valona y cinta
sobre el pecho -como quedó descrito al tratar del Capitán-,
diferenciándose únicamente en el color de la cinta, que puede ser
cualquiera, como así mismo el pañuelo de la careta, sobre el que suele
lucir motivos alegóricos a la Eucaristía, bordados incluso en oro.
Sobre su costado izquierdo lleva un gran pañuelo blanco de tres picos,
cuyo vértice invertido le cae a la altura de la rodilla, cubriéndole
todo el costado, con una escarapela en el centro. Se lo sujeta sobre la
cintura, anudándolo en la cadera derecha, de donde pende otro pañuelo
de colores más pequeño -generalmente de seda- que, recogido por los
picos, cae graciosamente, formando bolsa a la altura de la rodilla de
este lado. En su mano derecha porta sonajas y en la izquierda, un
pañuelo blanco que, en determinados momentos de su actuación agita
para acentuar y matizar más, su movimiento. El atuendo de los demás
Danzantes es idéntico al que queda descrito para el Judío Mayor.
llevando todos también sonajas, excepto el portador del tambor y el de
la porra.
La Justicia. (El del Cordel)
Está representada esta virtud por el danzante llamado El del
Cordel, el cual encabeza la fila de la derecha cuando están en
formación. Es el cofrade que sigue al Judío Mayor en el escalafón y
se distingue de los demás en que, sobre el pecho, -en forma de
bandolera-, lleva un cordel de cáñamo terciado; instrumento
disciplinario que, fuera de la representación, utiliza para disciplinar
a sus compañeros de grupo que por sus negligencias y faltas con los
preceptos establecidos lo hubieran menester; siempre moderadamente y de
forma simbólica. Ningún danzante puede ser disciplinado en el momento
de la comida, ni tampoco estando vestido para la representación del
auto.
La Prudencia. (Tras de Guía)
Así se llama el danzante que sigue al del Cordel en orden categórico
del grupo; el cual tiene encomendada la personificación de la virtud de
la Prudencia. Encabeza la fila de la izquierda en la formación y se le
llama Tras de Guía, porque en el acto de Tejer el Cordón, al primero
que toma la Madama (la Gracia) es al del Cordel (la Justicia), sirviendo
éste de guía para los demás; inmediatamente después marcha el Tras
de Guía (La Prudencia). No lleva distintivo que lo diferencie de los
demás, identificándose únicamente, por el lugar que ocupa en la
formación.
La Fortaleza. (El de la Porra)
Encarna la virtud de la Fortaleza el danzante portador de la Porra;
instrumento rudo, de madera generalmente de encina, -madera dura, que
tiene que someterse a duros y constantes golpes-. Esta compuesta de dos
piezas, en forma de castañuela grande y alargada, con empuñadura,
unidas ambas piezas por una correilla de cuero, en lugar de los cordones
que unen las castañuelas tradicionales, quedando por consiguiente las
dos piezas, convertidas en una sola que, asida fuertemente por su
portador con la mano derecha, la golpea para hacerla sonar contra otra
pieza de la misma madera que lleva en la mano izquierda, en forma de
clavo, a la que llaman porrillo. Para este cargo es designado el
danzante que sepa manejar este instrumento con soltura y precisión,
toda vez que, su percusión, debe armonizar perfectamente con el ritmo
que marca el tambor, conjuntamente con el movimiento de los pies y aún
de todo el cuerpo, puesto que el juego de sus brazos es también
importante para imprimir el impulso adecuado y conseguir el sonido y
efecto deseado y requerido. Su actuación la efectúa, casi siempre, al
lado de la Madama. O sea, al lado de la Gracia, como ya veremos en la
descripción de la representación del Auto, ya que su danza, aunque
distinta, ha de estar sincronizada rítmicamente con la de ésta. El
movimiento de la Fortaleza es mucho más acentuado y vigoroso que el de
la Gracia.
La Templanza. (El del Tambor)
Como el danzante de la Porra, es también designado para el cargo de
Tambor aquel que mas cualidades reúna para manejar este instrumento.
Sirve de moderador a todo el conjunto de Danzantes, siendo gran parte
responsable de que la representación resulte más o menos brillante,
según el ritmo que en cada momento le imprima, con mayor o menor
acierto. Dependiendo por tanto de él, el éxito del espectáculo. Sobre
todo en el primer acto, en que sólo interviene el grupo de Danzantes.
Tiene que estar por consiguiente muy atento a los movimientos de la
Gracia, la Caridad y la Esperanza, que son los personajes centrales del
primer acto. El danzante de El Tambor representa como se ha dicho, la
virtud de la Templanza. Por razón de su responsabilidad está
dispensado de danzar, manteniendo los pies quietos en la representación
y permaneciendo invariable en su lugar.
Almas redimidas del pecado por la Gracia. (Resto de Danzantes)
Danzantes sin cualificar son todos los que forman en este grupo, sin
un papel determinado; representando así al número indefinido de almas
que, habiendo oído la llamada de la Gracia, la siguen, siendo redimidas
por ésta de la esclavitud del pecado, aún cuando no quedan liberadas
de tentaciones y peligros que, continuas y repetidas veces, les asaltan.
Pero asistidas por las Virtudes y en posesión de la Gracia, permanecen
limpias y seguras. Todo ello lo veremos en la descripción que hagamos
de los dos actos que contiene la representación completa del Auto
Sacramental.
GRUPO DE PECADOS
Este grupo de actores, en oposición al anterior,
representa el Mal.
Esta compuesto por los siguientes personajes: los tres enemigos del
alma, Mundo, Demonio y Carne; los siete pecados capitales, más un
número indeterminado de actores que representantes de los demás vicios
y miserias entre los que el hombre vive, expuesto siempre a ser envuelto
en sus redes.
Los que integran este grupo no utilizan instrumento alguno en su
actuación, puesto que su finalidad es la de persuadir sigilosamente y
atacar con violencia, según los casos. Por eso, todos ellos van
provistos de la Vara (como arma de ataque y de lucha), en la que vemos
el símbolo del tridente; arma con la que se nos muestra siempre armado
el Demonio.
Al igual que el grupo de Danzantes, está regido por los tres cofrades
más antiguos. Estos ejercen su autoridad en el grupo de la misma forma
que ha quedado explicado para aquellos; recibiendo, también, la
denominación común de jefes. El primero de ellos recibe el nombre de
Pecadilla; el segundo, El de la Correa y el tercero El Suplente Correa.
En la representación tienen a su cargo por razón de su jerarquía, las
interpretaciones de La Carne y la de El Mundo, los dos primeros
respectivamente. El tercero (Suplente Correa), que debiera representar
al Demonio, cede este derecho en favor del Pecado Mayor, cargo
honorífico que se concede a determinadas personas relevantes, incluso
aunque no pertenezcan a la Cofradía. Así tenemos representados a los
tres enemigos del Alma en los tres jefes del grupo, los que vamos a
describir por orden de actuación.
La Carne. (Pecadilla)
La vestimenta de este personaje se distingue notablemente de la
del resto de su grupo. Calza zapatillas y calcetín blanco; pantalón,
también blanco, con adornos en los bajos -muy semejante al del grupo
contrario-, en cuyos adornos, por debajo de la rodilla, incluye unos
cascabelillos de planta que, al andar o actuar, suenan casi
imperceptiblemente. (Simbolizando cualquier placer que se nos viene a la
cara, sin hacer mucha ostentación ni demasiada importancia aparente
para el mejor logro de sus fines y de sus consecuencias). De cintura
para arriba cubre su cuerpo con vestidura negra, condición propia de su
ser diabólico. A la cabeza, garvineta y careta (en todo igual a la de
la Gracia - Madama), de la que pende, cubriéndole la espalda, un
pañuelo más ancho que el de ésta, de color oscuro, sobre el que
campea la Cruz de Malta, en color blanco. (Emblema de los Caballeros de
la Orden que, sin duda, intervinieron decisivamente en la creación y
adaptación de esta representación). Sobre los hombros lleva valona,
con la consabida cinta sobre el pecho, prenda también común para todos
los componentes de este grupo de Pecados. En la mano derecho lleva la
vara -común para todos los Pecados- si bien, éste de la Pecadilla es
mucho más corta y de forma distinta. Está adornada profusamente en su
parte superior por infinidad de cintas de colores, graciosamente
dispuestas, en forma esférica -afarolada-, entre las que se ocultan
cascabelillos de plata, como símbolos de las mieles y del placer que
ofrece a las almas que trata de persuadir, con su cantarín y suave
sonido -casi imperceptible- cual si se tratara de dulce y leve
tentación que, sin importancia aparente, nos hace abrir los sentidos.
El Demonio. (Pecado Mayor)
Este actor no tiene jurisdicción en el grupo, por ser un cargo
honorífico, como se dijo. Generalmente, este personaje suele prestar su
propio domicilio para casa común del grupo durante los días de fiesta,
en que se vive en comunidad. Su vestido es totalmente negro, a
excepción de la valona que es blanca -como la de todos-, y la cinta de
ésta, que es de color violeta. Calza zapatillas de terciopelo negro o
de panilla, bordadas; medias negras, sujetas por debajo de la rodilla,
donde termina el pantalón, corto y ajustado, con ligas adornadas en la
parte exterior de la pierna con escarapela de seda. Faja, también de
seda, de color azul o morado y de ambas caderas penden unos madroños
confeccionados en lana, que descienden y descansan sobre la parte
delantera de las piernas, dando gran vistosidad y elegancia a su
conjunto. Viste chaqueta corta y sobre los hombros, valona almidonada,
con cinta sobre el pecho, armonizando su color con la faja. Las
bocamangas de la chaqueta, por su parte interior, van guarnecidas con
encaje y una pequeña cinta azul o morada, formando lazo a la altura de
la muñeca, que denominan vuelos. Usa también garvineta y careta, como
todos los actores de ambos bandos o grupos. La careta, de este personaje
es única porque semeja la cabeza de un cerdo (animal inmundo, capaz de
concentrar en su individualidad la totalidad de los vicios capitales).
Nada podía simbolizar mejor que la cabeza de este animal la
identificación con el Rey de las Tinieblas. De la parte posterior de la
careta, a la que va cosido y unido por tres escarapelas, desciende el
Serenero, rica prenda de seda que cubre totalmente su dorsal, hasta mas
bajo de las corvas, el que doblado interiormente, se sujeta a la cintura
por medio de un cordón invisible. Como arma lleva en su mano derecha el
tridente diabólico, simbolizado en la vara que sobrepasa algunos
centímetros su estatura, la cual termina en unos garfios de hierro,
cubiertos en su totalidad, así como su empuñadura, con innumerable
cintas y adornos de seda llamados periquillos. En el centro del serenero
luce tres cruces de la Orden de Malta -como la de la Pecadilla- que
sirve a la vez de distintivo de su jerarquía honorífica. El nombre de
serenero se debe a una prenda que se usaba en la antigüedad, especie de
manto con que se preservaban de la humedad de la noche, al acampar a la
intemperie.
El Mundo. (El de la Correa)
La segunda jerarquía de este grupo es el cofrade al que
llaman: El de la Correa; porque es una correa, de unos cincuenta
centímetros de larga, doblada y cosida por donde se unen sus extremos y
de unos cinco de ancha, con la que aplica disciplina este cofrade a los
de su grupo, de la misma forma que El del Cordel lo hace en el grupo de
Danzantes. Hemos de hacer una observación, de que estas disciplinas,
tanto en un grupo, como en otro, se practicaban en un principio como
acto verdaderamente penitencial. Pues no hay que olvidar, al hacer vida
común durante los días dedicados a la fiesta, la naturalidad de
efectuar estas practicas purificadoras, cual si una Orden Religiosa se
tratara. Naturalmente que el tiempo todo lo cambia y transforma, y así
vemos en la actualidad que estas costumbres fueron exageradas,
degenerando en abuso, pasando de lo serio y edificante a lo grotesco y
brutal en algunas ocasiones. Parece ser que aquellos excesos van
cediendo, y loable sería que volvieran de nuevo a recuperar su
prestigio primitivo, entrando en la conciencia de todos los cofrades el
sublime significado de estas prácticas. El vestido de este cofrade es
idéntico al de El Demonio (Pecado Mayor) en cuanto a sus prendas, pero
su careta es de color rojo, achatada y provista de cuernos
proporcionados a su tamaño. El color de su faja también de rojo, lo
mismo que el serenero, sobre el que ostenta también las tres Cruces de
Malta como distintivo de su jerarquía.
Pecados capitales y demás vicios en general. (Resto del Grupo)
El resto de los cofrades que integran este grupo, en número
ilimitado, se denominan simplemente Pecados; su misión es la de
escenificar -además de los siete vicios capitales- las innumerables
bajezas y miserias que la codicia del demonio emplea, para la perdición
del género humano. No hay diferencia alguna entre las vestiduras de
éstos y las que usa El Mundo (El de la Correa). Unicamente se
distinguen en el serenero, que puede ser de cualquier color; dando así
riqueza de colorido y policromía al conjunto, que se multiplica por la
vistosa variedad numérica de sus componentes. Existe noble rivalidad
entre ellos, o mejor dicho, entre sus esposas, hermanas y prometidas al
confeccionar el atuendo, esmerándose al pretender presentar al suyo
respectivo lo más elegante posible, luciendo de esta manera sus
excelentes cualidades de bordadoras y poniendo mayor grado de
superación en los bordados dedicados especialmente a las alegorías
eucarísticas, generalmente confeccionadas en el serenero, empleando
nobles y ricos materiales como son la seda y el oro, profusamente
utilizados en esta prenda singular.
Escopeteros
Para la representación del Auto Sacramental, el grupo de
Pecados designa tres o cuatro cofrades para los cargos de Escopeteros;
llamados así vulgarmente, por ser su misión la de disparar las salvas
que sirven de señales en la representación del Auto, utilizando para
ello sendas escopetas. Para este menester, son nombrados los cofrades
más cualificados, toda vez que sobre ellos pesa la responsabilidad de
señalar con precisión cada uno de los momentos más importantes del
acto, a la vez de ser asimismo responsables de la manipulación de un
arma de fuego, que debe utilizarse con las debidas precauciones. Todo en
esta representación es simbólico. Hasta el más mínimo detalle no
escapa de tener un valioso significado y las salvas, que en determinados
momentos se disparan, no podían pasar sin tenerlo. Así, teniendo en
cuenta que uno de los grupos representa a los habitantes del Infierno,
puestos en pie de guerra contra los habitantes de la bienaventuranza, no
es extraño oír, en el fragor de la lucha que el primero desencadena
contra el segundo, cuando su astucia y engaño fracasa, el estampido del
trueno, amenazador y brutal, de la tempestad que emana de los abismos
infernales. Este es el simbolismo de las salvas empleadas en la
representación, con un auténtico y positivo significado de efectos y
resultado infernal. Es curioso observar el contraste que se percibe en
el ambiente. Por un lado, el aromático perfume emanado del incienso en
honor de Jesús Sacramentado, y por otro, el agrio olor a pólvora
quemada, por la rabia y rencor del enemigo eterno ante su fracaso
experimentado. Y es que, a pesar de que el bien y el mal -La Gracia y El
Pecado- jamás podrán convivir de manera alguna, sin embargo ambas
potencias están a la mínima distancia la una de la otra, de manera que
fácilmente se confunden y hasta parece que se entremezclan. Es la duda
que a veces nos asalta, sin que podamos distinguir con claridad dónde
nos acecha el peligro y dónde nos espera la felicidad. |
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